lunes, 10 de julio de 2023

GÉNESIS 127






Son frecuentes en la escritura los nombres compuestos de Abel, duelo o llanto, pero se desconoce el lugar de éste. Como el versículo 10, es de extrañar su situación al otro lado del Jordán, que sin duda debe entenderse al este de éste río. Acaso éste paréntesis: “que estaba al otro lado del Jordán” es una glosa a una concepción del texto nacida de alguna localidad conocida en la Transjordania. (140)

Hay que añadir que el nombre Abel-Mizrayim significa Pradera de Egipto o Llanto de Egipto. (141)

Los hijos de Israel entierran a su padre donde él les había ordenado y volvieron todos a Egipto. 50, 12-14. Y los hermanos de José comenzaron a asustarse, pensando que les devolvería todo el mal que ellos le habían hecho. (50,15).

16 Y mandaron decir a José: “Tu padre, antes de morir, nos mandó que te dijéramos:
17 Perdona el crimen de tus hermanos y su pecado, pues ciertamente te hicieron mucho mal; pero, por favor, te ruego, perdona el crimen de los servidores del Dios de tu padre.” José lloró al oírlos.'


Se aprecia por estas palabras el miedo que tenían a José se tomase venganza, y para ablandarle, recurren a la estratagema de: 1º Decir que eso fue lo que dijo su padre. 2º Mencionar al Dios de su Padre en cuyo nombre imploran perdón. Ciertamente las situaciones difíciles agudizan el ingenio.

18 Sus hermanos se prosternaron ante él y le dijeron: “Somos tus siervos.”
19 El les dijo: “No temáis; ¿estoy yo acaso en el lugar de Dios?'

Es como si dijeran, no soy yo el que debe castigar los crímenes sino Dios, Juez Supremo de todos. Deuteronomio (32,35) y siguientes. (142) Ciertamente esta es una interpretación muy válida Pues los Elohim ya exterminaban a aquellos que no hacían lo que ellos querían, como hemos visto en anteriores capítulos.

José les tranquiliza, haciéndoles ver que esa fue la causa de que todos estén en Egipto y no murieran sin perpetuar su descendencia, 50, 20, y les promete que les seguirá manteniendo.

23 Vivió ciento diez años, y vio a los hijos de Efraím hasta la tercera generación; también recibió sobre sus rodillas, al nacer, a los hijos de Makir, hijo de Manasés.'

Era el ideal de la longevidad, según los egipcios, la edad de los patriarcas decrece siempre pero aun en este caso de José es bastante más larga para que pueda decirse de él que murió lleno de días.

Makir era, según I Paralipómenos 7,14 y siguientes, hijo de Esriel, hijo de Manasés y por tanto representaba la tercera generación. Tal longevidad era un signo de la gracia de Dios; al contrario, la muerte temprana y arrebatada. (143)

Esta última opinión es sin duda tan absurda como considerar que las personas bellas son buenas y las feas son malas, o como aquella del Medievo que consideraba que sólo los hombres tenían alma.

24 José dijo a sus hermanos: “Voy a morir, pero Dios ciertamente os visitará y os hará subir de esta tierra a la tierra que juró dar a Abraham, Isaac y Jacob.”

Al decir “a sus hermanos”, ciertamente quiere decir a los hijos de Israel, pues sus hermanos, más ancianos que él todos, menos Benjamín, eran ya muertos seguramente. Les hace la misma recomendación que su padre le había hecho a él y expresando los motivos. (144)

25 Hizo jurar José a los hijos de Israel, diciéndoles: “Ciertamente os visitará Dios; entonces llevad de aquí mis huesos.”
26 Murió José en Egipto a los cientos diez años, y fue embalsamado y puesto en un ataúd en Egipto.


Sabemos que el ataúd en Egipto era la caja en que se colocaba la momia una vez embalsamada, de las cuales tantas se encuentran en todos los museos arqueológicos (145)

El proceso de embalsamamiento egipcio consistía en extracción de cerebro por la nariz, vaciado de vísceras -hígado, estómago, intestinos y pulmones- en vasos canopos, lavado y rellenado del cuerpo, baño de natrón para la desecación, ungido de aceites y vendaje. Así lo hacían los ricos, lo que resultaba costosísimo, ya que el proceso duraba más de dos meses -el ritual religioso ralentizaba mucho las cosas- y tanto los materiales como la mano de obra cualificada suponía un desembolso importante.

 

No puede decirse que lo que hacían los egipcios menos favorecidos fuera un embalsamamiento en toda regla, de modo que los más pobres se limitaban a inyectar purgantes para limpiar los intestinos y, tras colocar el cuerpo en un baño de natrón, lo vendaban. Cuando no tenían recursos ni para estos menesteres, envolvían al difunto en una estera o piel de animal y lo enterraban en la arena, al estilo de sus primeros antepasados, de esta forma, el calor y sequedad del desierto momificaba el cadáver.




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