EPÍLOGO
Visto todo lo anterior y dadas las diversas hipótesis, es posible que no quede suficientemente explícita la visión personal del asunto y no quiero desaprovechar la ocasión para expresarla con la máxima claridad posible.
A mi manera de ver, lo que sucedió en aquel tiempo fue algo extraordinario, aunque no insólito, si bien para algunos será una narración de ciencia ficción.
Esta historia, cada vez estamos nosotros más cerca de repetirla, bastará tan solo con que seamos capaces de viajar a otro sistema y caigamos en un planeta cuyos habitantes estén poco evolucionados. A partir de ese momento, lo que suceda no será ciencia ficción, será una realidad, será ciencia, será historia.
En algún lejano sistema, en un planeta del mismo, existen unos seres que han concebido un ambicioso programa científico espacial: Visitar el tercer planeta del sistema solar, al cual se le conoce con el nombre de Tierra. La misión será ardua y excitante: ayudar a sus habitantes a evolucionar. Este programa se ha desarrollado gracias a programas anteriores, mediante los cuales se averiguó que el planeta Tierra estaba habitado pero que sus seres estaban todavía en el nivel 1, es deci, en el nivel en el cual solo saben utilizar toscas herramientas hechas de madera, hueso y piedra. Con el fin de que todo el planeta evolucione al unísono, se ha dividido toda su superficie en sectores, cada uno de los cuales será dirigido y controlado por un equipo de científicos que instalará en él su laboratorio de operaciones. Todo está perfectamente planificado gracias a los datos introducidos en el supercomputador que ha dado el programa a seguir.
Por fin ha llegado el día de la partida. Toda la flota está preparada y, a las órdenes del centro de control, las naves comienzan a salir rumbo a la Tierra. Uno de los sectores está ubicado en la confluencia de dos maravillosos ríos hacia el centro de un gran continente.
Este sector tiene como responsable a un brillante científico cuyo nombre es Yahvé. Por fin, después de un largo viaje en el tiempo, Yahvé y su equipo llegan a su sector y comienzan inmediatamente a construir su hábitat. Todos están deseando terminar las instalaciones para comenzar a trabajar en el gran experimento que les ha llevado allí. Provocar una evolución lo más rápida posible de los pre-humanos de este planeta. En definitiva, crear unos seres lo más semejantes posible a ellos mismos.
Simultáneamente a la construcción del hábitat, un grupo escogido de estos seres, de procedencia lejana, se dedican a inspeccionar las tribus de terrícolas del sector que les ha correspondido, con el fin de determinar con cuáles de ellas comenzarán a experimentar.
Analizado el grado evolutivo de estas tribus y de sus habitantes, de acuerdo con el plan, se secuestran unas determinadas hembras para una vez analizadas, ver a cuáles les serán extraídos los óvulos que servirán para la creación del nuevo ser terrícola. Realizada dicha extracción, se introducen las modificaciones oportunas en el código genético de estos óvulos mediante la ingeniería genética, determinando así las características del nuevo ser según define el programa. A continuación se realiza la fecundación de estos óvulos mediante espermatozoides procedentes de los científicos más destacados del equipo, incluso del propio Yahvé.
Probablemente los primeros experimentos no fueron lo exitosos que se esperaba, razón por la cual se vieron obligados a repetirlos, hasta alcanzar las características previstas para estos nuevos seres.
Ni que decir tiene que el sexo de estos seres está elegido de antemano sencillamente introduciendo en el óvulo el espermatozoide adecuado al caso, determinando así los que serán varones y los que serán “varonas”. Uno de estos nuevos seres, el más logrado, el más inteligente, el que ya había decidido será el procreador de la nueva raza, es uno al cual habían llamado Adán. Su educación, como para los demás, había comenzado desde el momento de la fecundación del óvulo, pues en el Centro de la Vida, el laboratorio de gestación, estaba dotado del ambiente necesario para cada etapa del desarrollo fetal.
Muchas de las inclinaciones naturales que Adán tendría de mayor fueron inculcadas no sólo en su infancia, sino también antes de separarse de su placenta artificial. Durante todo su desarrollo hasta la edad adulta, es decir, hasta que se le presentó a la que habría de ser su compañera, fue educado cuidadosamente y se le enseñaron todas aquellas cosas que según el programa debía saber. Conocer la flora y la fauna que le rodeaba, cómo sacar provecho de ella, cómo se había formado el universo, etc. Su vida pues, era absolutamente placentera, pues toda ella era como un juego maravilloso mediante el cual iba desarrollando sus conocimientos y su inteligencia. Simultáneamente y de forma semejante, aunque con las diferencias correspondientes, se ha llevado a cabo el desarrollo de las hembras creadas, de las cuales se ha elegido a una, a la llamada Eva, como futura compañera de Adán, de cuya unión nacerá la nueva raza. Por fin llega el momento importantísimo en que tanto Adán como Eva han alcanzado su madurez sexual y por tanto serán presentados mutuamente, para que se conozcan, pues hasta este momento han vivido separados sin saber uno de la existencia del otro.
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