Este capítulo es sin duda uno de los más
conocidos, pues de niños nos lo contaron infinitas veces. Precisamente por
sernos tan familiar no es corriente que nos planteemos determinadas preguntas,
pues todo lo encontramos normal.
Pedirle
a un padre que mate a su hijo, sea único o no, es algo que se sale de toda
norma, pero que su padre aceptó tal petición y esté dispuesto a cumplirla es
algo insólito. Sin embargo este es el caso que se narra en este capítulo. Ciertamente
Yahvé quedaría satisfecho de la fe ciega que había inculcado a Abraham.
No
hemos de olvidar, por otro lado, que propagado sin duda por otros “dioses”
existía la costumbre de ofrecer a dichos dioses sacrificios humanos, aunque
cabe suponer que la costumbre de los sacrificios de animales pudo ser una forma
de alimentarse los Elohim sin molestrse siquiera en cocinar, sino tomando los
animales asados que sus esclavos humanos les ofrecían.
Sorprende
que Abraham no preguntase siquiera como le pedía Yahvé sacrificar a una
persona, o tal vez supuso que Yahvé resolvería la situación en el último
momento, aunque también debería tener mucha fuerza el miedo a ser castigado si
preguntaba y está claro que Yahvé exige obediencia ciega.
También
cabe pensar que Yahvé podría saber hasta donde podía llegar con Abraham, aunque
al no ser el dios que nos quiere hacer creer, puede que no estuviera seguro del
todo, y también pudo ser una forma de que quedara constancia de esto para la
posteridad, para que sirviera de ejemplo para los demás, es decir, para que los
demás supieran hasta donde debían llegar.
No
hemos de olvidar que si aquí queda resaltada la fe y obediencia de Abraham,
también sucede lo mismo respecto a
Isaac, quien tan solo se atreve a preguntar
“donde está la res para el holicausto” (22,7)
De
nuevo vuelve a oírse la voz del mensajero desde el cielo, lo cual significa que
Yahvé y sus ayudantes utilizan el mismo método que con Agar e Ismael. Se
aprecia que, periódicamente, utilizan un método diferente para manifestarse,
pero que suelen repetir durante cierto período. En este período corresponde
manifestarse mediante la voz desde el cielo:
11 Pero
le gritó desde los cielos el ángel de Yahvé, diciéndole: “¡Abraham, Abraham!” Y
éste contestó: “Heme aquí.”
12 “No
extiendas tu brazo sobre el niño — le dijo — y no le hagas nada, porque ahora
he visto que en verdad temes a Dios, pues por mí no has perdonado a tu hijo, a
tu unigénito.”
Aquí
hay algunas curiosidades: si bien se dice (o interpreta el hagiógrafo) que fue
el ángel –mensajero- de Yahvé quien habló a Abraham –lo cual es deducido por el
hagiógrafo puesto que dice en la versión BKIM: “Porque ahora Yo sé que tú eres un hombre que
teme a Elohim, porque por amor a mí no has retenido tu hijo amado.” Por tanto no menciona a Yahvé.
Me
sorprende que Yahvé haga tanto hincapié en lo de “tú unigénito” cuando esto es
falso ya que en realidad Abraham tiene dos hijos: Ismael e Isaac. No cabe duda
de que, a la vez de querer probar la fe de Abraham o más bien de su obediencia,
le está haciendo el lavado de cerebro de que solo tiene un hijo, no sabemos si
para que olvide a Ismael o para hacerle más dura la prueba; tal vez por las dos
cosas.
Naturalmente
como todos saben, esta historia tiene un final feliz: los mensajeros habían
preparado un carnero, como sustituto de Isaac, para que Abraham hiciese su
holocausto: 14 Llamó Abraham a aquel
lugar “Yahvé-yire” — Yahvé ve; por lo que todavía se dice: “En el monte de
Yahvé se proveerá.”
Curiosamente el
hagiógrafo sigue empecinado en que habla “el mensajero” cuando en realidad es
Yahvé quien está hablando y si no juzguen estos versículos: 15 Llamó
el ángel de Yahvé a Abraham por segunda vez desde los cielos,
16 y
le dijo: “Por mí mismo juro, palabra de Yahvé, que por haber tú hecho cosa tal,
de no perdonar a tu hijo, a tu unigénito,
17 te
bendeciré largamente, y multiplicaré grandemente tu descendencia, como las
estrellas del cielo o como las arenas de la orilla del mar, y se adueñará tu
descendencia de las puertas de tus enemigos,
18 y
la bendecirán todos los pueblos de la tierra, por haberme tú obedecido.”
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