Utnapiachtin construye una nave semejante al arca de Noé, y así logra salvarse con los suyos. Navegaron de un lado a otro durante siete días, después de los cuales se detienen en la montaña de Nizir, al este del Tigris. Envía sucesivamente una paloma, una golondrina y un cuervo para que le indique como está la inundación, y al no volver el cuervo, abandona el arca.
La semejanza de Utnapiachtin y Xisuthros con Noé es muy grande, considerando además que el escenario de los hechos es prácticamente el mismo, nos lleva a la conclusión de que el Diluvio narrado en el Génesis, fue tomado de estos introduciendo algunas variantes como su universalidad, la extinción del género humano, los muchos días de navegación (debido a los muchos días de lluvia) etc.
“Tanto la leyenda babilónica como la asiria contienen datos según los cuales hubo de tratarse de una inundación procedente del mar, acompañada de terremotos, y procediendo del mar a tierra adentro, mientras que una inundación fluvial a consecuencia de las lluvias tendría que haber seguido precisamente un camino opuesto. Cuando, por ejemplo, la Biblia relata que <<…se hendieron todas las fuentes del gran Abismo>>, esta expresión solo puede ser comprendida en el sentido de que las sacudidas sísmicas hicieron ascender las aguas subterráneas, cosa que se observa con frecuencia en tales casos. Y cuando Utnapiachtin, el Noé babilónico, se detuvo con su arca en la montaña de la región de Nizir, había derivado desde la región de la desembocadura, unos 260 km hacia el interior del país, en dirección Noroeste, pues Nizir se encontraba al este del Tigris entre los 35 y 36 grados de latitud Norte y se elevaba a 300 metros sobre el nivel del mar.
Ahora bien, la comprobación más importante de nuestros días es la siguiente: con motivo de las excavaciones que efectuaba en Ur, Woolley encontró huellas claras de una inundación particularmente violenta, que con toda probabilidad ha de ser considerada el Diluvio Universal. Una gigantesca capa de barro que se extiende 600 km de longitud y 150 de anchura, atestigua que la desembocadura de los ríos Tigris y Éufrates, que antiguamente llegaban al mar por separado, estuvo afectada en remotísimos tiempos por una inundación de 7 metros de altura, y tratándose de una región llana como la palma de la mano, fue suficiente para que “muriera todo cuanto bajo el cielo tuviera hálito de vida”. Solo en un país llano completamente, con una altitud de la del nivel del mar, podía una tal inundación tener unos efectos tan devastadores como los relatados por la Biblia. Si la región hubiese tenido aunque solo fuera unas colinas modestas, posiblemente el suceso hubiese exigido un tributo de vidas moderado y apenas hubiera sido necesaria la construcción de un arca. (50)
Vemos pues que las tradiciones, a pesar de ser muy semejantes, tienen diferencias notables entre sí (exceptuando las relativas a la zona del Tigris) especialmente en lo que se refiere a la causa y circunstancias del diluvio supuesto y, en cuanto a la forma de salvarse de la catástrofe.
En el diluvio bíblico, la Tierra se vio inundada por una densa lluvia que dura cuarenta días; en las tradiciones chinas, japonesas y americanas de la costa del Pacífico fue una ola marina gigante la causa de la catástrofe; cuando los dioses matan al gigante Ymir, en el diluvio escandinavo, parece que se trata del hundimiento de una tierra: Midgard. Las aguas del océano se tornan rojas, lo que “revelaría que el referido hundimiento habría sido producido por el choque con la Tierra de un cuerpo celeste, cuya composición química, la de su materia sólida o la de su posible atmósfera, hubiera originado la formación de colorantes, rojo como en el caso descrito, o de color cerveza, como refieren los propios egipcios, cuando la gran inundación que envió Ra o de color leche, como narra un avatar hindú”.(51)
Considerando el relato del Popol Vuh nos reafirmamos en la idea de que la causa fuese la caída de un cuerpo celeste, lo que tiene parangón con la catástrofe de Faetón, el hijo del Sol (¿planeta de nuestro sistema?) esto provocaría olas enormes y una gran evaporación al contacto con dicho cuerpo celeste incandescente que, al enfriarse en las más altas capas atmosféricas se convertirían en densas lluvias.
“Existe evidencia geológica de algo que encajaría perfectamente con la hipótesis de la gigantesca marea: enormes rocas, de millares de toneladas de peso, y de composición química muy diferente de la de las rocas que las rodean, al mismo tiempo que situadas en los lugares más inverosímiles, cimas de montañas inaccesibles, por ejemplo, aparecen en diferentes puntos esparcidos por toda la geografía universal, probando que fuerzas colosales las desprendieron de su lugar de origen, situados a miles de kilómetros. No se trata aquí de las fácilmente identificables morrenas (loma o colina alargada o manto de till (material glaciar no estratificado) que se deposita cerca de un glaciar), que los glaciares transportan en su perezoso fluir, sino de rocas no erosionadas, que debieron ser trasladadas súbitamente, en un cataclismo cuya explicación encaja mejor que ninguna otra con la hipótesis de la caída del asteroide”. (52)
Todo lo dicho hasta ahora nos lleva a una conclusión clarísima: se han producido varios diluvios y catástrofes cósmicas cada una de las cuales ha afectado de forma impresionante a alguna parte de nuestro globo y aún en el caso de que haya tenido alguna repercusión en el resto, los pueblos recuerdan lógicamente aquella que se ha producido con especial intensidad, esto explica que casi en todos los pueblos de la tierra se recuerda un diluvio o una catástrofe venida del cielo y no se refieren sin embargo, al mismo.
Solo algunos, como los sacerdotes egipcios y el historiador caldeo Beroso, tenían conocimiento de que los diluvios y catástrofes que habían asolado nuestro planeta habían sido más de uno.
Otra de las teorías que se manejan como posible causa del diluvio bíblico es la desglaciación del hemisferio Norte, aunque yo diría que esta teoría es válida para otros diluvios pero no para el que se narra en el Génesis.
Esta teoría de la desglaciación implica un brusco cambio de posición del eje de giro de la Tierra que, unos atribuyen a la excesiva acumulación de hielo en el hemisferio y otros a una intervención deliberada de los dioses con el fin de dar al eje la inclinación necesaria para que se produjesen los cambios climáticos de las estaciones, cosa que anteriormente no existía pues el eje era perpendicular al plano de la elíptica. También se baraja como causa de la inclinación del eje el impacto de un cuerpo celeste que incluso cambió el sentido de giro, pues antes el Sol se ponía por el Oriente.
Sea como fuera, esta teoría nos permite explicar la existencia de millares de mamuts en perfecto estado de congelación en Alaska y en el norte de Siberia. El nivel del océano habría subido 90 metros y si bien no fue una catástrofe universal, enormes extensiones de tierras costeras quedaron sumergidas.
Nos queda aún otra teoría y es la referente a la emisión de la Luna, procedente de la gran fosa del Pacífico.
La “Luna Hawaiana”, según Gamore, fue emitida hace 4000 millones de años a juzgar por su velocidad de alejamiento actual (12 cm por año) según fue calculado por el astrónomo G. Darwin. Sin embargo ¿Cómo es posible asegurar que tal alejamiento ha seguido una velocidad uniforme?
“La Luna hubo, necesariamente, de ser emitida en una gigantesca explosión volcánica a enorme velocidad, una velocidad tal que le permitiera contrarrestar la atracción de la Tierra. La disminución progresiva de esta velocidad inicial, habría sido determinada por la gradual adquisición, tanto por la Luna como por la Tierra, de polvo cósmico, que procedente del Sol, fuera aumentando sus respectivas masas, y en consecuencia su atracción mutua. Tal teoría, que encontraría su confirmación en tradiciones de diverso origen, y aún en ciertos párrafos de Platón, permitiría, por otra parte, prever idénticos fenómenos aniquilatorios que los que hemos hecho notar anteriormente: emisión de cenizas, la tierra abrasada y, sobre todo, la formación de gigantescas olas producidas esta vez por la gravitación lunar”. (53)
Como hemos visto, en el diluvio o diluvios, los hombres buenos son avisados de lo que va a suceder para que se salven, y es de suponer que no solo se salvaron ellos con sus naves, sino otros subiéndose a los árboles, a las montañas y a cualquier punto que les permitiese soslayar el peligro.
Es natural que aquellos dioses previeran lo que iba a suceder y avisasen a los representantes de cada raza o pueblo para que pusiesen los medios para salvarse el sentido de culpabilidad de la raza humana, provocado por las enseñanzas de los dioses, haría pensar que las catástrofes eran provocadas por los seres celestes, para castigarlos por su maldad y, aún hoy se sigue enseñando lo mismo a través de las religiones.
De acuerdo pues, con todo lo expuesto, no podemos tomar en consideración las cifras correspondientes a los cuarenta días de lluvias, que serían bastante menos ni por tanto los trescientos setenta un días de permanencia en el interior del arca, con los problemas que esto habría traído consigo para alimentar a tanto bicho viviente.
A lo largo de toda la narrativa, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, podemos comprobar como una serie de cifras se repiten constantemente: 7, 12, 40. Esto lleva a la conclusión de que estos números no significan lo que parece sino que deben poseer un valor simbólico, solo deducible a través de la kábala.
Nos queda por explicar como fue posible meter en el arca tantos animales y la comida necesaria para alimentarlos durante un año. Aunque no se indica la cantidad de especies, debemos pensar que serían bastantes. Si consideramos al menos cien especies de las cuales cincuenta fuesen “puros” y otros cincuenta “impuros” tendríamos un total de 800 animales más los alimentos necesarios para la supervivencia durante un año. Teniendo en cuenta los diversos tamaños de los animales y el volumen de los alimentos para un año de navegación, creemos que el espacio disponible dentro del arca iba a resultar más bien escaso. No olvidemos tampoco el trabajo que supondría para Noé y su familia, ocuparse de la alimentación y limpieza de tanto animal y de los compartimentos correspondientes. Esto aparte de otra serie de consideraciones como indica R. Charroux (54 bis): “…la leyenda del Arca de Noé, aún cuando no desprovista de fundamento, tampoco puede explicar la supervivencia animal.
“Es indudable que dicha arca, de haber existido tendría que haber estado acondicionado científicamente, a semejanza de nuestros más modernos navíos oceanográficos o barcos laboratorio”.
Para preservar a una multitud de especies sensibles al frío o al excesivo calor, a la humedad o a la sequía, para separar a las ovejas de los lobos, para garantizar a cada uno una temperatura ideal y una alimentación adecuada, sería ineludible recabar los recursos de la electricidad cuando no de la electrónica”.
Ciertamente, el arca debía estar acondicionada científicamente de forma que fuese un auténtico laboratorio flotante, y por tanto los recursos electrónicos serían imprescindibles.
Voy a formular una hipótesis mediante la cual, todos los problemas de espacio y de cuidados a los animales quedarían resueltos fácilmente: Mediante la conservación de óvulos fecundados de las diversas especies de animales mamíferos, la conservación de huevos de las aves e insectos, así como de larvas, pues en lo referente a los animales acuáticos supongo no sería necesario preocuparse de ellos.
Los únicos animales vivos desarrollados que habría en el arca, serían los necesarios para la alimentación de Noé y su familia. Unas buenas cámaras frigoríficas, conservarían los alimentos vegetales.
Cuando todo terminó y salieron del arca, bastó con activar los elementos necesarios para que el proceso de desarrollo de los embriones almacenados siguiera su curso y así tener el mínimo necesario para repoblar la zona.
Tal como hemos ido viendo a lo largo de la narrativa de la Biblia aunque figura siempre Yahweh como el actor principal y el que lo hace y dirige todo, en la realidad no fue así, según vemos en los textos sumerios, pues la idea del arca quien la dirigió fue el hermano de Enlil llamado Enki y en contra de la voluntad de Enlil/Yahweh.
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