viernes, 13 de enero de 2023

GÉNESIS 78

 

 


Era Abraham ya viejo, muy entrado en años, y Yahvé le había bendecido en todo.

Dijo, pues, Abraham al más antiguo de los siervos de su casa, el que administraba cuanto tenía: “Pon, te ruego, tu mano bajo mi muslo,

y júrame por Yahvé, Dios de los cielos y de la tierra, que no tomarás mujer para mi hijo de entre las hijas de los cananeos, en medio de los cuales habito,

sino que irás a mi tierra, a mi parentela, a buscar mujer para mi hijo Isaac.”

 

Sorprende la forma tan extraña de jurar que solo aquí y en 47,29 se da: 29 Cuando los días de Israel se acercaban a su fin, llamó a su hijo José y le dijo: “Si he hallado gracia a tus ojos, pon, te ruego, la mano bajo mi muslo y haz conmigo favor y fidelidad. No me sepultes en Egipto.

La expresión «pon tu mano bajo mi muslo«, es un eufemismo para un toque de los genitales, que son la fuente de la vida.

Era jurar por la circuncisión que era la señal del pacto de Abraham con Yahvé. Y aunque eran más importante las palabras del juramento, el gesto era necesario.

Se deja ver también la aversión a los cananeos, y como se quiere mantener la pureza de sangre.

Como cosa sobresaliente, que pudiéramos considerar como “prodigiosa” está el hecho de que el siervo de Abraham diga: 12 y dijo: “Yahvé, Dios de mi amo Abraham, haz que me salga ahora buen encuentro, y muéstrate benigno con mi señor Abraham.

13 Voy a ponerme junto al pozo de agua mientras las mujeres de la ciudad vienen a buscar agua;'

14 la joven a quien yo dijere: “Inclina tu cántaro, te ruego, para que yo beba,” y ella me respondiere: “Bebe tú y daré también de beber a tus camellos,” sea la que destinas a tu siervo Isaac, y conozca yo así que te muestras propicio a mi señor.” (BC)

 

Así pues aparece Rebeca y todo sucede más o menos como él había pensado. Cabe preguntarse ahora si aquí hay algo prodigioso.

En primer lugar, va a un pozo donde las mujeres, lógicamente, debían ir a coger agua; pero además se pone allí a esperar, justo a la tarde, a la hora en que las mujeres solían ir a cogerla. (23,11)

 

Por tanto lo natural es que alguna mujer aparezca por allí y puesto que él no es de allí y aquellas gentes son muy hospitalarias, también se justifica perfectamente  que Rebeca le ofrezca agua, a él y sus camellos.

 

El que resulte ser, precisamente, prima de Isaac si es sorprendente y podríamos achacarlo a la casualidad, mas para mi la casualidad es, tan solo, una palabra que utilizamos con el fin de explicar aquello que nos es inexplicable; por ello, habrá que hallarle una explicación a este suceso.

A todos nos ha sucedido alguna vez que, en una gran ciudad, nos encontramos con algún conocido, siendo que uno de los dos, al menos, no está habitualmente en ella; luego el cálculo de probabilidades nos dirá que tenemos pocas posibilidades de encontrarnos con aquella persona, pues han de coincidir ciudad, calle, lugar de encuentro y hora. Sin embargo estas cosas ocurren con frecuencia y se dice aquella frase: ¡Que casualidad! ¡Que pequeño es el mundo!

Cualquier curso de “biofeedback” o del estado Alfa de la mente, nos demuestra que no solo podemos efectuar un control de nuestra mente sino que también podemos influenciar la mente de otros, para lo cual debemos impregnar nuestra mente de los objetivos a alcanzar, utilizando para ello una serie de técnicas.

No es extraño pues que Abraham, conociese alguna de estas técnicas –enseñadas por Yahvé o sus ayudantes- mediante las cuales influenciase la mente de Rebeca. No veo pues necesaria la intervención directa de Yahvé, aunque tampoco se pueda descartar, considerando que su intervención sería del tipo expuesto.

El resto del capítulo se limita a repetir todo lo ocurrido en boca del siervo que lo cuenta a la familia de Rebeca.

65 Ella dijo al sirviente: '¿Quién es ese hombre que camina por el campo para recibirnos?' Cuando el sirviente respondió: 'Es mi amo,' ella tomó su velo y se cubrió.

¿Por qué Rebeca se cubre con un velo al ver al que será su marido?

Es lo mismo que hacemos hoy cuando se celebra un matrimonio por la Iglesia, probablemente como una reminiscencia de aquella época.

En la cultura oriental, donde desde la antigüedad los matrimonios se concertaban entre las familias, y los novios se conocían en el altar el día de la boda, las novias comenzaron a llevar un velo que cubría su rostro hasta que eran proclamados marido y mujer y él ya podía conocer el aspecto de su esposa. De esta manera, se evitaba que su prometido la rechazara al verla si ésta no era de su agrado.


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