viernes, 24 de febrero de 2023

GÉNESIS 103






1 Habitó Jacob en la tierra por donde peregrinó su padre, en la tierra de Canaán. (37,1) BC

Los Elohim hacen que los patriarcas habiten en la tierra de Canaan, donde son forasteros, con el fin de que le tomen apego a la tierra, a la zona. A su vez, hemos comprobado que les han inculcado, sin embargo, que no deben unirse con las mujeres de allí, por lo cual se observa un fuerte segregacionismo, aunque solo sea obligado para los patriarcas o futuros patriarcas, pero no preocupa demasiado para el resto de la familia.

Aquí se nos cuenta la historia de José –que es el protagonista- en relación con sus hermanos, hasta el momento de ser vendido a los mercaderes.

José, sin duda, es el niño mimado de Jacob, de forma que no le deja trabajar con ellos en realidad, pero lo utiliza como vigilante, para así él saber que hacen y como se comportan sus hijos, José comunica a su padre la mala fama de ellos. (37,2)

3 Israel amaba a José más que a todos sus otros hijos, por ser el hijo de su ancianidad, y le hizo una túnica talar.

Para conocer la importancia de la túnica, es necesario saber que la gente trabajadora llevaba la túnica corta, los principales larga, y si tenía mangas era señal de distinción (105) y por lo que aquí se dice, la de José era bien larga, mas cada versión dice una cosa diferente.

3 E Israel amaba a José más que a todos sus otros hijos, porque era el hijo de su vejez; y mandó hacerle una prenda de vestir parecida a camisa, larga y rayada. B.T.

3 E Israel amaba a José más que a todos sus hijos, porque le había habido en su vejez: e hízole una ropa de diversos colores. B.P.


Esto nos da idea de las libertades que a veces se toman los traductores. De ahí el dicho italiano: “traduttore traditore”

¿Cómo es posible interpretar las características de la túnica de tan diversas maneras?

En lo que respecta a las razones de que Israel/Jacob amase más a José que a sus otros hijos, estimamos que había otras como el hecho de ser el primer hijo que tenía de la mujer que más había amado y que por añadidura había muerto.

Lógicamente, el hecho de amar descaradamente a un hijo más que a los otros, provoca la reacción –en estos- de la envidia y por tanto del odio. (37,4)

Por si esto fuera poco, José tuvo unos sueños que provocaron el aumento de ese odio:

7 Estábamos nosotros en el campo atando gavillas, y vi que se levantaba mi gavilla y se tenía en pie, y las vuestras la rodeaban y se inclinaban ante la mía, adorándola.” (37,7)

Los hermanos interpretan el sueño fácilmente, pues no puede estar más claro:

8 Y sus hermanos le dijeron: “¿Es que vas a reinar sobre nosotros y vas a dominarnos?” Estos sueños y las palabras de José fueron causa de que le odiaran todavía más.

Mas como todos recordarán, José tuvo otro sueño más:

9 Tuvo José otro sueño, que contó también a sus hermanos, diciendo: “He aquí que he tenido otro sueño, y he visto que el sol, la luna y once estrellas me adoraban.”

Este se lo cuenta también a su padre, el cual le dijo: 10 Contó el sueño a su padre y a sus hermanos, y aquél le increpó, diciéndole: “¿Qué sueño es ese que has soñado? ¿Acaso vamos a postrarnos en tierra ante ti yo, tu madre y tus hermanos?”

Ciertamente Jacob interpreta el sueño correctamente, aunque no debería haber dicho “tu madre” sino “mi esposa”, puesto que la madre de José había muerto.

Si bien no hay que descartar la intervención de Elohim en estos sueños, pues pudieran ser inducidos, también es cierto que pudieron ser espontáneos, es decir, provocados por la propia psiquis de José, pues la facultad de la precognición se presenta a casi todos en algún momento de su vida. Estos sueños se presentan con imágenes reales o bien simbólicas como en este caso.

Repasando la historia, podemos comprobar como muy diversos personajes han tenido sueños proféticos: Jerjes, Aníbal, Solimán el Magnífico, Bismarck y Hitler, Descartes y Jung. (106)

Tal vez esté equivocado, pero no creo que a estos personajes históricos vinieran los Elohim u otros dioses a inducirles sus sueños y que luego se cumpliesen.

Sin embargo, a pesar de Freud y Jung, en el tema de los sueños aún no conocemos todos sus secretos.

He aquí una de las muchas opiniones sobre el tema de los sueños según Jamblico:

Con respecto a la mántica durante el sueño dices tú: a menudo, mientras dormimos, tenemos conocimiento del futuro, sin hallarnos en un estado de éxtasis agitado (pues el cuerpo yace tranquilamente), pero nuestras percepciones no son tan claras como en la vigilia. Lo que tú dices ocurre en los sueños humanos que proceden del alma, de nuestros pensamientos y de nuestra razón, o que son provocados por nuestra imaginación o nuestras ocupaciones divinas: estos sueños son ora verdaderos, ora falsos; en ciertos casos captan la realidad, pero generalmente se apartan de ella. Pero los sueños que decimos enviados por los dioses, no se presentan de la manera que tú dices: cuando nos abandona el sueño y empezamos a despertarnos, oímos a veces una voz breve que nos prescribe lo que debemos hacer; estas voces se oyen entre la vigilia y el sueño, y en algunas ocasiones cuando estamos completamente despiertos. Y a veces, un soplo invisible y corporal nos envuelve cuando estamos acostados, y no es la vista la que nos advierte de su presencia, sino otro sentido y otra secuencia; susurra al llegar y se extiende por todas partes sin ningún contacto; y tiene una acción maravillosa para expulsar las pasiones del alma y del cuerpo. Otras veces resplandece una luz, clara y tranquila, que atrae la mirada y hace que se cierren los ojos que antes estaban abiertos; pero los otros sentidos permanecen despiertos y perciben, hasta cierto punto, que los dioses se manifiestan en la luz, y oyen todo lo que estos dicen y saben comprender lo que estos hacen. (Jamblico, De Mysteriis Aegyptorum, III,2) (107)

Jacob meditaba en estos sueños de su hijo (37,11) tratando, sin duda, de desentrañar cuales serían los sucesos futuros que situarían a José por encima de ellos.

Jacob envía a José a vigilar a sus hermanos (37.13-17) y cuando ellos le vieron de lejos, hablaron de matarle (37,18-20). Así se las gastaban esta gente siendo sus hermanos, pero Rubén no estaba de acuerdo (37,21-22), cuando llegó pues, le despojaron de la túnica y le metieron en una cisterna vacía (37,23-24).

Acertaron a pasar por allí unos mercaderes a los cuales acordaron vender a José (37,25-28).

Sin duda Rubén no se había enterado de la venta pues en 37,29 se dice: 29 Volvió Rubén al pozo, pero no estaba en él José, y, rasgando sus vestiduras,

30 volvióse a donde estaban sus hermanos, y dijo: “El joven no parece, ¿adonde iré yo ahora?”

Rasgar las vestiduras, sabemos que era una señal de gran dolor y luto, pero aquí se ve la gran preocupación de Rubén, que siendo el mayor, es ante su padre el responsable de lo que suceda a sus hermanos. Así, en este caso, queda clara su incertidumbre y desasosiego, independientemente de otras consideraciones afectivas.

Jacob también rasga sus vestiduras cuando le presentan la túnica de José, rota y manchada de sangre (37,31-34)

35 Venían todos sus hijos y sus hijas a consolarle; pero él rechazaba todo consuelo, diciendo: “En duelo bajaré al “seol,” a mi hijo.” Y su padre le lloraba.'

El Seol era el nombre hebreo del lugar de los muertos, o región subterránea en que moran las almas de los mismos.

Termina este capítulo indicando que José fue vendido a Putifar o Potifar, ministro del faraón y jefe de la guardia, por los madianitas.

Los madianitas figuran entre los descendientes de Cetura y moraban en la costa meridional del golfo de Acaba –en 25,2 se dice que uno de los hijos se llamó Madián-. Hay aquí una dificultad histórica. Podrá resolverse suponiendo que el nombre de ismaelitas y madianitas equivale a mercaderes árabes, como en Juan 8,24. (107 BIS)

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